Noches de Carretera

Tanto tiempo ya…

Los viajes en carretera son bastante interesantes durante esos interminables silencios. Te hacen pensar en muchas cosas y te hacen viajar. No solo a tu destino, sino a otros lugares y a otros tiempos. Incluyendo esos momentos que creías olvidados. Superados.

Llegas a mi mente entre autos y asfalto. Furtivo como el suspiro que se me escapa del pecho; de esos suspiros que no salen de los pulmones sino del corazón. De esos que hasta duelen y sientes muy extraño en el abdomen. Si, de esos que te dicen que aun duele, que de cierta forma lo que tanto te lastimo ya ha pasado, pero que la cicatriz ahí sigue. Y que, por estas fechas, pareciera que es mas fresca de lo que realmente es. ¿Cómo sabes ese tipo de cosas? Simple: Me bañe con la intención de que el agua caliente se llevara esos recuerdos, esas sensaciones que, aunque lejanas, pesan. Sin embargo, al estar frente al espejo puedo ver esa enorme cicatriz. Esa que me recorre todo el cuerpo y que se ensancha en el pecho, ahí donde esta el corazón, cubierto por una mala sutura que tuve que hacer de emergencia una noche de ya casi un año. La noche que te arrebate mi corazón de los labios.

Hehe, ¿sabes? Acabo de recordar exactamente el día en el que te lo entregue. Ese día lo puse en tus manos y te dije: Cuídalo mucho, mi vida ahora depende de ti. Y me prometiste cuidarlo y jamás hacerle daño. Te creí. Jamás le había dado mi corazón a alguien y sabia los riesgos que implicaba, pero no me importo. Yo te quería, y mientras lo hiciera, tú jamás me harías daño… Pobre inocente. Recuerdo que no tardaste mucho. Solo un par de semanas y fue la primera vez que me lastimaste. “Todos tienen errores” me decía a mi mismo, al ver mi corazón lastimado en tus manos.

El tiempo pasa y lo único que veía era que cada vez estaba peor. Ya ni siquiera lo portabas con orgullo, creo que incluso había veces en las que olvidabas que lo tenias. Esas eran las veces en las que te abrazaba con fuerza para sentirme cerca de algo que, con mucho trabajo, aun me mantenía vivo. Te decía “te quiero” y me esforzaba cada vez más para que lo notaras. No te rindas –me repetía mi mente-. Pronto veras que todo ese trabajo se vera recompensado, solo tienes que esperar. Creo que de cierta forma sigo esperando. No con la misma esperanza de antes, pero en el fondo, muy en el fondo, aun espero.

Y así llego el día en el que no pude más, tenia que rendirme. Pero todo, desde un inicio, siempre tuvo precios muy altos. La única forma de dejar de amarte, era amándote. La única manera de controlar y apaciguar todo eso que sentía, era dejándolo libre.

Aun recuerdo el bombeo desquiciado de mi corazón al momento de besar tus labios. Todo en un instante. Toda una historia resumida en un ínfimo beso. Sin embargo, creo que nunca había sentido tantas, tantas cosas, en un mísero segundo. En un mísero beso.

Esa noche recuperaba mi corazón maltratado después de tantos años. Pero yo lo dije: todo a un precio muy alto: El precio por recuperar algo que en su tiempo regale gustoso, era perder a la persona que más quería para siempre.

La gente cree que lo peor del fin de una relación es cuando esa persona se va, dejando ese enorme vacío, pero no es así. Lo peor es cuando todo lo que sientes comienza a morir y esa persona te pide que no te vayas. Dejar de amar, acompañado de la persona a la que alguna vez amaste, es mucho peor que dejar de amar a solas.

Sobreviví. Recupere mi corazón, aprendiendo a transformar el amor en amistad. Tarea titánica, pero posible.

Hoy tengo un amigo que me recuerda tiempos pasados. Aun a veces me lastima, pero ya no duele como antes. Nada que no salga de los términos de una amistad. Pero las cicatrices hoy me duelen, y mi corazón, ahora refugiado en el fondo de mi pecho, parece que extraña el calor de tus manos.