Cerrando Ciclos

Bueno, hace 2 días este muy querido blog cumplió 3 años de vida en la red. Tres años que, para ser sincero, se me fueron volando.

Que decir… de la misma forma, hace 2 días abrí un nuevo blog, su nombre The Last GeoFront y es así como despido este lugar donde hable, tal vez no de todo, pero si de muchas cosas que pasaban por mi mente en dicho momento y aprendí a conocerme, a quererme y a conocer a muchísima gente con la que hoy hablo como si alguna vez hubiéramos estado en el mismo salón de clases.

No lo cerrare, no por ahora. Hay muchas cosas escritas aquí que me gustan y que no tengo anotadas en otro lado, pero creo que si es tiempo de cambiar, por eso abro otro blog, una forma de renovar mi idea, de renovar mis gustos y pasiones, aprendiendo de este, mi pasado.

Gracias Fortress, gracias por todo este tiempo. Gracias a los que me leyeron aquí y ahora solo me gustaría pedirles que nos volviéramos a leer en mi nueva casa.

Gracias y nos vemos. (:

The Last GeoFront

La Profecía de Rodolfo

Un imponente rayo acaba de caer y ahora espero su rugir…

Ahí esta.

La lluvia se intensifica y lo único que puedo hacer es correr a mojarme, a disfrutar de ella. Y ahí estoy, parado a la mitad de la calle disfrutando el momento y sin saber el porqué, me acorde de ti.

¿Sabes? Es curioso, porque antes no existía un solo instante en el que no pensara en ti. La lluvia a veces funciona como una ventana, si, una ventana que se abre a algún otro momento de nuestra vida. Y es ahí donde me doy cuenta de que las cosas cambian, para bien o para mal, pero lo hacen.

Se que la probabilidad es de 1 en un millón, pero ¿y si volvieras, que pasaría? Eso es lo que pienso ahora; se que nunca lo harás pero soy muy imaginativo, muy esperanzado y me gusta imaginar todos los escenarios.

“La amistad existe mientras uno necesite de otro, cuando esa necesidad se extingue todo termina.” Siempre pensé que esa era una manera cruel de ver las cosas y por eso forme mis propias ideas.

La primera, similar a la de las necesidades, decía que las amistades existían mientras tuvieras algo que enseñar o aprender de la otra persona.Así, cuando ya no hubiera mas que aprender, mas que enseñar, uno sabia que había llegado el momento de decir adiós. Sin embargo, hay otra, una que guardaba únicamente para mi: Esta dicta que las amistades duran todo el tiempo que uno quiera alimentándose de una infundada fe y una interminable esperanza que nacía de algún manantial oculto dentro del corazón. Las amistades van mas allá de dar y recibir, mas allá de enseñar y aprender, todo se limitaba a creer. Si, así como hay gente que cree ciegamente en Dios u otros lo hacemos al creer en absurdos milagros llevados por la suerte y las coincidencias. Yo creía en las amistades eternas que trascendían el tiempo y el espacio. Creía en el corazón y la esperanza de llegar al final a lado de mi mejor amigo. Creía que entre mas cerca estuviera de ti y tú de mi, nuestro poder y promesas crecían y no habría nada que pudiera detenernos. Amigos por siempre… Yo creía en eso. Sí, lo hacia.

Pero todo cambia, oh sí, la mayoría sabemos eso.

Confiado en mi fe, mis promesas y votos, así como en las tuyas y en lo que alguna vez me dijiste, me olvide de eso, de los cambios, y no me di cuenta o mejor dicho, me negué a ver lo que nos tenia preparado el destino. Hoy me doy cuenta de que todas esas cosas en las que creía son meros cuentos. Cuentos como los que imagino a diario mientras camino soñando despierto. Así como las familias modelo, pero esa es otra historia, lo único en lo que se parecen es que ambas son totalmente ficticias.

Le tengo miedo a las relaciones de pareja. Ahora le tengo miedo a hacer amistades. Hago “conocidos” y si todo va bien termino teniendo un “buen conocido”, pero amigos ya no. Ya me lastimaron mucho y a pesar de que la gente sigue llegando, no me atrevo a crear lazos tan fuertes como para confiar ciegamente en ellos.

Se que todo esto suena serio, triste, pero es gracioso porque a pesar de esto me siento feliz o tal vez solo es la respiración profunda antes de lanzarme al vacío.

Después de eso ahora puedo decir que solo tengo 2 mejores amigas. Amigas a las que mi esperanza se aferra para volver a creer, para volver a tener fe.

Una de ellas, en alguna platica, me planteo una “profecía”. Ella me dijo que un día llegaría alguien que seria mi mejor amigo (varón) y que el no me fallaría. A este “amigo” profetizado le llamamos Rodolfo, y fue así como la “profecía de Rodolfo” nació. No se que tan cierta sea, pero si lo fuese, si de verdad pasara y encontrara a ese alguien especial (y no hablo de una pareja, sino de un verdadero amigo), se que Rodolfo creerá en todo eso en lo que yo antes creía y tal vez, solo tal vez, me convenza de que los dragones, las brujas, las espadas encantadas y las amistades por siempre son de verdad.

Hablando con Buda

Hace unos años fui a Acapulco. Estaba yo en el balcón de mi habitación con el novio de mi prima, quien meditaba sentado en el piso. Su respiración era parsimoniosa y parecía ir al ritmo de las olas. Aquella vez me invito a acompañarlo en su meditación. Lo intente, pero me resulto muy difícil concentrarme. Al terminar me hablo de lo que hacia, de la tranquilidad que te ofrece y sobre la palabra de Buda. Me pareció interesante, bastante para ser sincero. Buda no era un Dios, era un humano que había alcanzado esa paz que muchos buscan. Me explico con paciencia ante mi curiosidad y yo estaba dispuesto a firmar cualquier papel para que, a partir de ese momento, yo fuera considerado un budista hecho y derecho. Todo iba bien hasta la parte donde tenia que cortar lazos.

-Todo cambia, nada es para siempre –me dijo-. Quiere decir que nosotros estamos aquí solo de paso y que las cosas tarde o temprano terminan. No digo que no haya que disfrutar las cosas que tenemos, pero por ejemplo: si yo terminara con tu prima seguramente me dolería y tendría un tiempo de duelo, pero entendería que su tiempo conmigo termino y que debemos seguir adelante. Nosotros solo somos parte de algo que esta en constante cambio, no debemos aferrarnos fervientemente a nada ni a nadie, porque solo lograra lastimarnos.

Sus palabras me aterraron. En aquel entonces yo tenia una relación que no podía cortar, que no estaba dispuesto a cortar, que de haber sido necesario, hubiera muerto por esa persona. No quise escuchar más, las ideas de Buda eran buenas, pero no compartía todas y con el debido respeto, él y yo seguiríamos por caminos diferentes.

Hoy esa relación ya no existe. Hoy estoy atravesando una obscuridad que me muerde, que me lacera, que me lastima sin piedad y se que debo seguir caminando, que la luz esta al final, pero el problema es que aun no la veo y ya no quiero caminar solo. Tengo amigos. “Los amigos deben ser testigos, no jueces” una de mis reglas de oro, pero no todos mis amigos comparten mi idea. Hoy quiero descansar, pero ya no tengo a donde correr, incluso me daba miedo escribir aquí, creo que hay demasiada gente que me conoce (por así decirlo) viendo este blog, pero decidí empezar a reclamar el espacio que me pertenece. Y fue así que, sin darme cuenta, comencé a caminar hacia ese lugar que considere tabú por mucho tiempo. Religión. No creo en Dios, ya me fallo muchas veces y no quiero que lo haga otra vez. Pero hay otras religiones que no tienen dioses, y al parecer, el camino de Buda y el mío se ha vuelto a cruzar. Hoy puedo hacer lo que antes me pareció blasfemo el siquiera pensarlo. Quiero probar, quiero sentir ese apoyo que busco; y si lo encuentro confiare en él, sino… se que por lo menos lo habrá intentado, pero mientras he meditado (si, meditado, sentado en posición de loto y todo eso), recordé como hacerlo y la verdad… la verdad es que hace una hora la obscuridad me mordía sin piedad y ahora, por alguna razón que no me explico, veo luz, no del final del túnel, sino en mi; vuelvo a recuperar mi confianza, mi seguridad y si Buda, en vez de convencerme con promesas de un Edén al final de mi vida, me puede regresar la confianza en mi y en la gente que me rodea, podre agradecerle infinitamente, o por lo menos… hasta que alcance el Nirvana.

Tantos Años…

No, esta vez no hablare de él. Esta vez, hablare de otro “él”. Un él que no creí que hubiera dejado una huella -o algún tipo de marca o cicatriz-, lo suficientemente profunda como para recordarlo con el paso del tiempo. Sin embargo estoy aquí, escribiendo a la mitad de la noche. Que estúpido soy; si no fueras tan importante, no estaría despierto a las 02:53 am.

¿Por dónde empezar?

No fuiste el primer niño al que bese. Tampoco fuiste el primero con el que me “acosté”. No obstante, te convertiste en una parte importante de mi pasado. Aunque he de aceptar algo: tú fuiste mi primer mejor amigo.

Siempre llegaba temprano a tu casa. Yo me levantaba a eso de las 7:00 am todos los días, acostumbrado por la escuela. Desayunaba un vaso de leche, me quitaba el pijama y me vestía con la ropa del día anterior. Después de eso me sentaba a ver televisión hasta que dieran las 8. Necesitaba hacer tiempo.

Tu mamá siempre era la que me abría la puerta. Ella, al igual que yo, siempre se despertaba temprano. Me saludaba, me hacia pasar y me invitaba a desayunar.

-No, gracias –le decía-. Ya desayuné en mi casa.

Ella me avisaba que seguías dormido y entonces yo te esperaba. Veía la tele en el sillón de tu sala hasta que te despertabas.

¿Te acuerdas como paso?

¿Quieres que te enseñe a besar?

Jamás olvidaría esa pregunta. Jamás olvidaría ese beso y a nuestros inexpertos labios tratando de hacer algo que, por naturaleza, deberíamos saber hacer.

Tampoco olvidare esos dulces labios tuyos. Esos labios de niño. Porque eso éramos; niños besándose sobre la cama, viviendo algo que disfrutaban mas de lo que podían describir. Mas de lo que podían sentir.

Eso si, lo que nunca olvidare será el grito de tu hermana clamando tu nombre al verme sobre ti, besándote.

Salte de la cama y me puse de pie a un lado con la mirada clavada en el piso. Tú hiciste lo mismo. Tu hermana desapareció y nosotros nos sumergimos en un silencio que nos inmovilizo del miedo. Miedo a no saber que nos dirían, a no saber cual era nuestro crimen.

¿Por qué grito ella? ¿Cuál era el problema de que nos besáramos?

Ahí tengo una laguna mental. Saltare a lo siguiente que recuerdo.

Estoy afuera de tu casa y tú sales de ella.

-¿Qué te dijeron? –pregunté.

-Que los hombres no se besan. Eso es de maricones.

No volvimos a tocar el tema.

Ese fue el comienzo de una larga y bien llevada “segunda parte” de mi vida.

Llegamos a pelear algunas veces, y esas veces tu hermana aprovechaba para burlarse de nosotros.

-Huy si, ahorita están peleados y al rato van a estar besándose.

Solo ella, tu mama y nosotros, entendíamos que ese era más que un simple chiste.

Pero como dije, esa no fue la ultima vez.

Paso como mes y medio desde aquella primera vez, cuando te invite a quedarte a dormir en mi casa. Dormíamos en el piso de mi sala. Y fue así, que, cada semana, ocultos en la obscuridad de la noche -y con los ojos cerrados aparentando estar dormidos-, nos besábamos hasta cansarnos y quedarnos dormidos. Juntos. Muy juntos. Con nuestros labios tocándose y percibiendo el aroma infantil e inocente del otro.

Nunca hablamos de eso. Era como si nunca hubiera pasado.

Hoy me doy cuenta de que, tal vez, fuiste el primer niño del que me enamore.

No sentía mariposas en el estomago. No pensaba en caminar a tu lado tomados de la mano. Eras mi amigo y así te quería. Jugaba contigo a diario y nos contábamos todo lo que un par de niños de 8 años se pueden contar.

No me importaba besarte en la obscuridad. Era nuestro secreto y eso me hacia sentir que había algo especial; porque era algo específicamente nuestro, algo que no podríamos vivir con nadie más. Con el tiempo me di cuenta de que era un lazo tan fuerte que ni a ti, ni a mi, nos importaba ser maricones hasta el amanecer.

Te mando un saludo, Luis, donde quiera que estés.